miércoles, 10 de agosto de 2016

UNA VIDA CON LA DISLEXIA

Para quien no me conoce le diré que soy una escritora disléxica, hermana de disléxica, tia de disléxica y madre de un niño diléxico.
Sí, podéis imaginar que locura cuando nos juntamos los cuatro y nos ponemos a jugar al Intelec, el tablero puede llegar a parecer un auténtico geroglífico.
A que viene que ahora explique esto con, posiblemente, más de una falta (espero que esta vez funcione el jodio corrector). Muy fácil, él es el motivo, mi niño.
Curso tras curso (va a hacer sexto) veo cómo le cuesta leer y escribir, sobre todo por lo presionado que siente en la escuela, a pesar de ser un niño diagnosticado, informes incluidos e inteligente. Por lo visto les interesa más la nota global del centro, que el ayudar a uno de sus alumnos a sentirse capaz de superar cualquier situación.
En muchas ocasiones mis nervios han llegado al límite y he deseado decirles cuatro frescas, pero sabía que eso no serviría de nada. Así que respiraba hondo y recordaba las palabras que me dijo un día su logopeda. La mejor maestra para tu hijo eres tú por tener la misma dificultad que él.
Lo llamo dificultad porque para mí no es una discapacidad. Tan solo es un problema con diferentes grados, con el que aprendes a vivir y que pasito a pasito se va superando, aunque no del todo, siempre que se disponga de las herramientas adecuadas. Y la principal herramienta es la familia.
Yo por ser disléxica en una época en la que algo así carecía de importancia, ya que la mayoría de veces se nos tachaba de cortitos, tuve, de manera inconsciente, que crearme sistemas de aprendizaje y es ahora que entiendo porque siempre preferí aprender de manera autodidacta.
Mi dislexia ha sida la gran herramienta de mi hijo, ya que mi mente y la suya funcionan de la misma manera. En los momentos en que debe estudiar para un examen o hacer algun ejercicio de alguna lengua, y resulta que no ha entendido nada de lo hecho en clase ,saco mi barita mágica y empieza la diversión. Porque así es como le ayudo, creando una divertida historia para él (es lo que tiene mi oficio). 
Todo lo que hago son horas y horas de trabajo con él y para él.
¿Sirve de algo todo esto? Sí.
Ver como mi hijo no se da por vencido porque me ve siempre junto a él. Y que se dé cuenta, dándome un fuerte abrazo y diciéndome:
Mama, muchas gracias por todo lo que haces por mí.
 día sí y día tambien, eso, eso no tiene precio. Descubrir que le has enseñado algo muy importante en esta vida, como es no rendirse jamás y con ello conseguir durante dos años seguidos premios de literatura con relatos breves sin dejar de ser humilde... no se me paga ni con todo el oro del mundo.

Así que animo a todas esas familias a que no se rinda y que cuando se sientan desesperad@s o frustrad@s, respiren profundamente, le de la mano a su hij@ y les diga:
Estoy aquí y juntos haremos este camino. Cuando te quieras rendir yo estarí allí para animarte y recuerda que si caes te daré la mano para ayudar a que te levante.
 Recordad siempre que no estáis solos, yo estoy con vosotros.

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