Hasta siempre

Parte I

Cada noche lo mismo, me pongo el pijama, me meto en la cama, cierro los ojos y el mismo sueño se repite una y otra vez. Ella, a mi lado, el día en que nació mi hija y mientras me agarra de la mano susurrándome al oído.

- No te preocupes, siempre estaré a tu lado.

Me despierto sin saber donde estoy, aún con la sensación de tener que empujar. La busco, pero no la oigo, y es cuando vuelvo a recordar que solo ha sido un sueño. No hay nadie más en una habitación aún a oscuras por tener las persianas bajadas después de una larga noche. Al mirar hacia el otro lado, veo a mi  marido durmiendo plácidamente, sin darse cuenta de mi largo insomnio.
Sentada sobre la cama sabía que no conseguiría volver a dormirme. No era la primera vez, pero aquella noche había sido diferente. ¿Por qué?
Me rocé con el dorso de la mano en la mejilla, acalorada por el intenso sueño, y noté que estaba húmeda. Estaba llorando.
La echaba mocho de menos y sabía que no volvería a tenerla a mi lado, escuchando sus historias, aconsejándome, tirándome de la oreja de vez en cuando. ¿Por qué me había dejado sola?
Con una humeante taza de café entre las manos, en la puerta de mi casa y esperando que mi hija se despertar y la revolución comenzara, había tomado una decisión. Debía, costara lo que costara, y por primera vez, tomar las riendas de mi vida. Debía dejar de sentir dolor, pero ¿cómo? Siempre me habían hecho sentir inferior, que debía resignarme con lo que me tocara  y hasta aquel momento lo había hecho, pero estaba comenzando a cansarme de sentir que era una ciudadana de segunda por el mero hecho de no tener nada colgando entre las piernas, pero ¿cómo? Esa pregunta, al igual que el incesante sueño, se repetían dentro de mi cabeza, martilleando sin detenerse.

- Confía en ti. Eres más fuerte de lo que crees.

La taza resbaló de mis manos, convirtiéndose en mil pedazos de antigua porcelana al chocar contra el suelo.



Parte II

Miré hacia ambos lados, buscando aquella voz tan familiar que me arrullaba y que en tantas ocasiones había echado de menos. Pero no estaba por ninguna parte, era algo imposible. Mi mente comenzaba a jugarme malas pasadas.

- Mamá, ¿estás bien? Se ha roto la taza. -Mi pequeña y preciosa hija me miraba con la más preciosa de las sonrisas, y unos ojos medio cerrados por el recién despertar.
- Sí, cariño. Solo me he asustado con un ruido y se me ha caído. - No le había mentido del todo. Era algo que no me gustaba hacer.

Rápidamente fui a la cocina para empezar a preparar los desayunos. Él debía tenerlo preparado para cuando acabara de arreglarse, a las siete en punto.

Desde pequeña me hicieron creer que debía servir a los míos como mujer que era, pero aquella mañana me sentía diferente. Aquella voz que había escuchado fuera de mis sueños me estaba haciendo sentir diferente.

Aquel pensamiento me dejó, durante un rato, ensimismada, hasta que una voz potente me sacó de él.

- ¿Aún no está el desayuno?
- ¡Si tienes prisa, háztelo tu! - En el mismo momento en que acabé la frase fui consciente de lo que había hecho -. Lo siento, no quería decir eso, lo siento.
- No, no te preocupes. - Nunca lo había visto mirarme como lo estaba haciendo en aquel momento. Lo había sorprendido y él me estaba sorprendiendo.

El silencio se hizo presente mientras desayunábamos todos juntos como de costumbre. Me dispuse a despedirlos a los dos como cada día entre semana y comenzar a realizar las tareas, después del sencillo beso de despedida. Pero no fue así.

- Espera un momento - me dijo mi marido mientras la niña subía al coche. No pude evitar pensar en lo mayor que se estaba haciendo mientras se ponía el cinturón.
- Si no os vais ya, llegaréis tarde - le dije.
- No pasa nada. ¿Estás bien?
- Sí, ¿por qué lo preguntas? - Pregunta absurda, pues sabía porque la hacía.
- Estás algo extraña. No se que es, pero estás diferente -me miró como si quisiera meterse en mi cabeza.
¿Eso te molesta? - Aquella medio sonrisa de sus labios mientras le preguntaba me dejaba desubicada.
- No, nada que tenga que ver contigo me molesta... ¿Por qué me miras de esa manera?
- ¿No te ha molestado que te gritara?
- A nadie le gusta que le griten, pero me lo merecía. Creo que me he acomodado.
- Acomodado, ¿a qué?
- A ti. - Sin decir más, me besó en los labios, cosa que llevaba tiempo sin hacer, dio media vuelta y se metió en el coche, más feliz que nunca. ¿Me estaba volviendo loca?

- No, no estás volviéndote loca. Solo estás, por fin, poniendo tu vida en orden, a cada cual en su lugar. Haciendo que siga el camino que debe seguir.

Me quedé completamente parada, mientras veía como el coche se alejaba. ¿De donde salía la voz que me helaba la sangre? Me decía que no estaba loca, pero oía una voz dentro de mi cabeza. Su voz.


Parte III

- Duerme - volví a oír la voz.
- ¿Quién eres? ¿Qué me está pasando? ¡Dios, estoy hablado sola!
- Duerme y te responderé.

El porqué, no estaba muy claro, pero decidí hacer caso a la voz. Si me estaba volviendo loca que más daba si dormía un rato, recuperando las horas de sueño perdidas.Ningún miembro de mi familia llegaría hasta la tarde.
No me costó mucho quedarme profundamente dormida. Ya volvía a estar en el lugar acostumbrado en mis sueños. La sala de partos estaba tan fría como siempre, pero totalmente vacía, y yo delante de la cama de partos. Por primera vez no empujaba, no sufría. Solo miraba fijamente a la mujer que tenía delante. No pude impedir que una lágrima rodara por mi mejilla.

- Mamá, ¿vuelvo a soñar? - Se me había hecho un nudo en la garganta.
- Podría decirte que sí, aunque no es eso exactamente.
- ¿Me estoy volviendo loca?
- No. Puede que te parezca imposible, pero me resistí a irme cuando morí y por primera vez he conseguido controlar el hacerme oír. Ha sido como vivir una odisea, aunque sin vivir.
- No puedo creer esto. Solo es un sueño. Todo es cosa del inconsciente. Soy yo misma la que está creando esto - me decía a mi misma en voz alta para no asustarme y comenzar a gritar.
- Si quieres creer eso y con ello estar más tranquila, hazlo. Solo necesito que me escuches y me hagas caso. Cometí un gran error desde el día que naciste y no estaré en paz hasta solucinarlo.
-¡¿ Qué fue lo que hiciste?!
- Permití que...

Ring, ring...

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